sábado, 26 de septiembre de 2020

Contra las cuerdas

 


Todo lo hacíamos juntos demasiadas cosas para mi gusto, después de cuatro años ya eso me cansaba bastante, la última idea que se le metió en la cabeza era el boxeo, a mí siempre me pareció un deporte demasiado agresivo pero sí que me ponía mucho el imaginarme ligera de ropa rodeada de tíos cachas sudorosos y con guantes.

 

Les veía varoniles al máximo, machotes, autoritarios y aunque de sumisa tengo pero que muy poco sí que esa fantasía de dejarme llevar un poco más de lo habitual me ponía bastante.

Pero no practicaría boxeo, prefería hacer otro más femenino en el edificio de al lado que era de la misma cadena.

 

Pasadas unas semanas una compañera de clase de Aerobic  llego un día de los nervios contando que había un profe de boxeo que estaba de muerte y claro la curiosidad mato a la gata y de repente creció un interés por el gimnasio de boxeo especial.

 

Decidí esperar allí a mi chico mientras entrenaba cuando salía yo de mi clase, animada por el espectáculo pero aburrida de sus pinitos.

 

Este ultimo año entre nosotros las cosas no iban bien por lo menos por mi parte, le había dejado de querer, yo creo que estaba por costumbre la que te da el cariño e incluso la vaguería que te da comenzar de nuevo a conocer a otra persona.

 

Menos mal que el profe era digno de admirar, morenazo, tatuado, marcaba todo lo marcable, cicatrices de guerra que le hacían parecer un malote de peli de gansters, un culo uffff como una piedra y unos muslos de impresión.

 

Un día cuando nos íbamos a ir ya le llama mi chico y  le dice ven que te presento a mi novia, bueno ahí dije trágame tierra, verle avanzar hacia nosotros  parecía un gladiador, cada paso un musculo se le movía y marcaba algo, parecía eterno verle como en cámara lenta, yo saboreando cada instante y mi mente en un caos de lujuria que volaba hasta límites insospechados.

 

En casa mi chico me comento que era uno de los socios del gimnasio  junto con otro algo más madurito, se llamaban Juan el joven y el otro Alvaro.

 

Mi pareja tuvo que irse a un curso de trabajo fuera de Madrid, que me vino fenomenal necesitaba poner algo de tierra por medio por fin. Pero claro sin él no tenía excusa para esperar en el gimnasio y alegrarme la vista así que decidí conocer este deporte más a fondo probándolo.

 


Seguía las directrices de Juan y también de Álvaro que últimamente aparecía más por el gimnasio, mas madurito como comente antes, no tan musculoso como el otro, rondaría los cuarenta y pico,  tenía que haber sido guapo también a rabiar, de mandíbula cuadrada, cuello ancho y un toque que me fascina en el rostro de un hombre un hoyito en la barbilla marcado. Era muy agradable estar allí con ambos hablado de técnicas deportivas que desconocía y de temas muy variados eran unos momentos muy gratos.

 

Me gustaba mucho estar allí y sin mi pareja rondando la sensación de libertad crecía en mi cada día con más ganas y pedía salir de nuevo de su encierro personal para volar y ser de  nuevo yo tal cual era sin más. Y tenía para largo porque un curso de dos semanas se convirtió en un mes y medio.

 

Y la amistad fue creciendo también,  con el trato llega todo y también llega lo que menos esperas y con quien menos lo esperas.

 

Como excepción y para gente muy amiga abrían algún sábado, sobretodo entrenaban algún amiguete profesional y una vez ambos socios nos dijeron que si deseábamos pasarnos lo hiciéramos.

Y ese sábado lo hice yo pero sola, había tenido una bronca espectacular con mi pareja ya era el final entre nosotros solo esperaba que volviera y él ya lo sabía también, necesitaba huir de la realidad por unas horas  así que allí que fui.

 

Al entrar pensé que estaba cerrado casi no había luz  y estuve en un tris de irme cuando una voz al fondo me indico que avanzara hasta el ring, esperaba que a Juan no le molestaría mi presencia si estaba entrenando a algún boxeador.

 

Pero cuando me acerque era Alvaro el que estaba allí, me indico que esperara con la mano enfundada en el enorme guante azul claro, estaba subido al ring  golpeando un saco de boxeo enorme y pesado que pendía de un gancho del techo, su juego de pies era impresionante, su ligereza  en el cuadrilátero, era como ver a un hombre diferente se había transformado en otro.

 

Desde abajo se  le veía muy atractivo, su edad madura le sentaba de maravilla, el hombre callado, discreto y tranquilo con el que converse estos días de atrás de múltiples cosas ya no estaba, ahora era intrépido, atrevido, fuerte….un hombre mucho más especial a mis ojos.

 


Le observe mientras entrenaba desde una esquina del ring, sus movimientos marcaban su cuerpo, el brillo del sudor por el esfuerzo en su piel le daba un aire varonil de impresión, me fije más detenidamente en el con el calzón brillante negro de raso y  con esa camiseta de tirantes del mismo color ceñida estaba arrollador.

 

Sin darme cuenta caminaba lenta a su alrededor desde abajo, entre golpe  y  golpe su mirada directa se clavaba en mí y estaba cambiando también, era desafiante, directa y muy intensa.

 

No pude evitar sentir un escalofrió de placer, estaba despertando en mi a esa mujer dormida por el hastió y la costumbre, estaba provocando en mi algo nuevo menos dulce más animal una necesidad primaria, un dejarme llevar hasta las últimas consecuencias para saciar mis ansias dormidas.

 

Paró en seco respirando intenso  agarrando el saco con fuerza evitando su movimiento sin dejar de mirarme sin hablar, se quitó los guantes tirándolos al suelo  y se acercó a una esquina de cuadrilátero a por una toalla blanca, se secó el sudor de la frente y  la fue bajando por el cuello hasta la clavícula, se quitó la camiseta empapada un aroma a perfume varonil se mezcló en el ambiente, yo no podía dejar de observarle se estaba ofreciendo a mí, con sus ojos, con sus labios, con sus gestos y yo estaba sintiendo necesidades nuevas  y arrolladoras.

 

Me invito a subir con sus ojos, con sus labios  y su voz, pero también con todo su cuerpo, me dijo que mientras yo observaba al resto él me estuvo observando a mí, mi infelicidad, mi aburrimiento, mis ansias dormidas, no en vano nos separaban casi 20 años su experiencia era notoria en su forma de hablar y su intuición, pero era más notoria aun cuando avanzo hacia a mí y me lo demostró.

 

Yo le deseaba pero también tenía el remordimiento rondando mi cabeza, me agarro por la cintura y eso me desarmo, rompió mi indecisión dando paso a mi verdadero yo a como había sido siempre, intrépida, atrevida, una mujer que me gustaba llegar hasta el límite, probar cosas excitantes que me hicieran sentir viva y el lo logro

 

Me acorralo lentamente en la esquina del cuadrilátero, donde está la banqueta de madera donde descansan los boxeadores, su boca estaba muy cerca de la mía, pero no me besaba solo sentía su aliento cálido y su mirada clavada en la mía.

 

Impresionaba, se hacía desear y me gustaba mucho, me sentía dominada algo nuevo para mí, era dulce en su agarre pero a la vez intenso. Cuando note el esquinazo clavándose en mi cintura supe que había que rendirse del todo.

 

Me comenzó a morrear con ansia y deseo, para parar en seco y saborear mis labios dulcemente, ese cambio de ritmo arrasaba en mi de una forma especial me hacía ansiarle como nunca ansié a mi pareja.

 

Deseaba dureza a ratos y dulzura, deseaba algo nuevo que me inundara y lo hacía , él lo sabía sus manos empezaron a recorrer mi cuerpo alternando sitios, senos, cintura, caderas  y de repente agarraba mi coleta soltando mis rizos libres, agarraba la mata de pelo jugando con ella, acercándome más a él y besándome apasionadamente.

 

Me tuve que agarrar a  las cuerdas entrelazando mis muñecas en ellas para no caer ante su fuerza, el levanto mi camiseta de tirantes y con una rapidez pasmosa desabrocho mi sujetador, casi se tiro de cabeza entre mis grandes senos aspiro el aroma de mi perfume en ellos y comenzó a devorarlos, lamia, chupaba, besaba sin dar tregua y yo estaba super excitada mis pezones me delataban, mis respiración agitada también.

 


Me aupó metiéndose entre mis piernas las cuales enrosque en su cintura, podía notar pegada a mi sexo su tremenda erección, solo nos separaba la fina tela de mi malla y de su calzón de boxeo.

 

Si no hubiera tenido que estar agarrada a esas cuerdas se lo habría bajado para sentir en mi boca su erecto pene. Pero hizo algo mejor se empezó a rozar contra mí, si seguía insistiendo podría llegar al orgasmo solo así con sus roces, yo notaba que la humedad de mi sexo iba en aumento si en ese momento me hubiera introducido un solo dedo lo habría sacado empapado en mi esencia.

 

El calor me inundaba,  yo también comenzaba a sudar bajo aquella luz del gran foco y el resto tan oscuro, en ese ring estaba librando mi particular combate sexual

Solté una de las manos aun en volandas para tocarle, negó con la cabeza y seguía estrechándose junto a mí, mis caderas colaboraban moviéndose ya mi pubis se restregaba en su dureza haciéndola si cabe aún más notoria.

 

Estábamos llegando a unos extremos de deseo muy fuertes y se estaba despertando mi yo , él me dijo que me iba a saborear soltó su agarre, en cuanto me puse en pie le quite la camiseta y él se disponía a cumplir su deliciosa amenaza cuando le sorprendí y le empuje contra las cuerdas,  él fue el que se tuvo que agarrar a ellas esta vez, me arrodillé le separe las piernas y el baje el calzón su pene salió casi disparado y no pude evitarlo con premura la que da el deseo salvaje de la liberación por fin, lo agarre con ambas manos y lo lamí, mi ansia ardía y me apetecía más y más,  ser más dura hasta acabar engulléndolo de una forma lasciva mientras le miraba desde abajo, deseaba ver su reacción que era lujuriosa y muy erótica, succione con ansia más de la nunca tuve con mi pareja, era sexo, era lujuria sin más, era dejarse llevar hasta las últimas consecuencias.

 

Me agarro el cabello tirando un poco de él para frenar mis succiones, negó con la cabeza y me levanto por los hombros, yo pensé que ahora me haría lo que antes deseaba con lo excitado que estaba pero hizo algo mejor.

 

Besándome y sobándome me guió hasta un lateral del ring pegada a las cuerdas, de repente me giro colocándose a mis espalda, la flexibilidad de las mismas casi me hizo caer hacia delante pero él me sujeto por la cintura, sacando el calzón por los pies al mismo tiempo, se quedó desnudo para mí, el cuadro era de impresión y yo semidesnuda la camiseta arrugada y entrelazada con el sujetador dejando mis senos al aire,  la malla y las braguitas bajadas hasta los tobillos que  también me quite por los pies quedándome desnuda de cintura para abajo.

 


Abrí mis piernas invitándole descarada y subiendo mi trasero, accedió a mi vagina de una embestida sensacional, hasta el fondo sin avisar, recibiendo su espléndido tamaño en mí, se sucedieron penetraciones intensas y duras que me hacían casi gritar de placer y yo increíblemente le pedía más y más.

 

Y sin pensar en las consecuencias  llegando hasta el extremo, me deje llevar entre gemidos ese día, ese sábado cuando menos me lo esperaba, con quien menos me esperaba, volví a ser yo…contra las cuerdas.

 

 

Ayelen