Continúa Orestes
Dirigí mi mirada
hacia sus ojos lastimeros y asustadizos dando ese aire de tranquilidad que
añoraba en esos segundos. Bajé los tres escalones que me separaban de estar
frente a ella y con ambas manos acaricié el dorso de sus temblorosas manos con
esa ternura que necesitaba en ese momento.
Le debía una explicación de aquello de lo que huía, de ese temor que había recorrido su cuerpo toda la noche pero que en aquel instante de fogosidad extrema había experimentado en sus carnes.
Dándole un beso en la mejilla le invité a que
me acompañara hacia el interior del jardín dejando el porche trasero atrás y
adentrándose en ese jardín tenebroso rodeado de lápidas de granito.
Se podía observar grabado en ese imperecedero
material las inscripciones de los familiares caídos tiempo atrás por el
inexorable paso del tiempo.
Muchas de las fechas databan de bastantes siglos atrás por lo que Ayelen se hacía muchas preguntas conforme nos acercábamos al centro del cementerio, donde se alzaba un majestuoso mausoleo romano que había mandado construir en memoria de los mortales y en cuyo interior se podía apreciar la silueta de una tumba de mármol de color rojizo.
El Mausoleo no tenía ningún tipo de pared que
lo separa del exterior sino que estaba bordeado por ocho columnas jónicas que
sujetaban una techumbre abovedada en cuya cúspide un pináculo dorado señalaba
el cielo.
Se podía acceder
al mausoleo desde cualquier parte del jardín gracias a la libertad de acceso
que las columnas permitían al visitante. Al entrar en el mismo se podía ver una
serie de frescos que adornaban de forma pictórica el cielo abovedado de la
estructura comparable en belleza al mismo San Pedro de Roma.
Me senté en la fría lápida de mármol haciendo ademán de que mi acompañante se pusiera cómoda al lado mío para contarle mi misterioso secreto. Ella se acomodó a mi izquierda y con la mirada fija seguía cada palabra que salía de mi boca sobre mi oscuro pasado.
Todo comenzó hace siglos, en el año 1456 durante la soberanía de Vlad Draculea en el sur de Rumania. Vlad, más comúnmente llamo el “empalador” sembraba el terror entre sus súbditos y enemigos siendo considerado un tirano sangriento por la crueldad con la que asesinaba a sus víctimas.
Contaba la leyenda que había hecho un pacto
con el diablo para suceder a la corona y que a cambio debía pagar un precio en
almas durante los años que reinase. El diablo lo marcó como su heraldo en el
reino de los vivos y su descendencia estaría maldita para el resto de la vida.
Vlad tuvo dos hijos Nosferatu y Drácula, los cuales desde su nacimiento llevaban claramente la marca del diablo en su cuello a modo de dos pecas negras que emulaban el mordisco maldito. Pero tener descendencia suponía una serie de inconvenientes para sus hijos ya que debido a la madre humana deberían pasar penurias en la noche y beber la sangre de los vivos para poder sobrevivir a cambio de vivir una vida longeva. Vlad escondió a sus hijos en el interior del castillo hasta que pasados bastantes años hubieron alcanzado la madurez. Una noche, en su dormitorio fue asesinado por sus hijos de la misma forma que asesinó a tantas personas…con una estaca clavada en el corazón para de este modo hacerse con el trono de Rumania.
Tras la muerte del
tirano, ambos hijos subieron al poder y sembraron el terror por el este de
Europa.
La inquisición de Roma, viendo el poder que estaban consiguiendo los dos hermanos creo un pequeño ejército para acabar con la herejía que se estaba cometiendo en estas tierras aniquilando a la mayoría de los no muertos que se encontraron a su paso. Los dos hermanos y un pequeño reducto de seguidores se dispersaron por toda Europa para esconderse de la persecución.
La inquisición de Roma, viendo el poder que estaban consiguiendo los dos hermanos creo un pequeño ejército para acabar con la herejía que se estaba cometiendo en estas tierras aniquilando a la mayoría de los no muertos que se encontraron a su paso. Los dos hermanos y un pequeño reducto de seguidores se dispersaron por toda Europa para esconderse de la persecución.
Las gentes de esa época los llamaban “vampiros” por su vida maldita bebiendo sangre para poder mantenerse activos. Muchos de los seguidores que sobrevivieron a la matanza fueron convirtiendo a lo largo de los siglos a humanos en vampiros impuros.
Sin embargo los dos hermanos descendientes escogían a hermosas damas para concebir sexualmente a hijos puros para que su extirpe de sangre no desapareciera por culpa de los vampiro impuros.
Muchos de los hijos no nacían vampiros pues los genes humanos de la madre predominaban a los del padre por lo que la semilla maldita se manifestaba en dones que la gente normal carecía.
Pero mucho de esos niños llevaban el gen
maldito que no se manifestaba hasta generaciones posteriores. Es lo que ocurrió
conmigo…nací con el gen maldito que supuestamente Drácula introdujo en mi
familia siglos atrás. Así que aunque me veía en el cuerpo de un treintañero mi
nacimiento se remontaba al 1632…mi vida transcurría lentamente y veía envejecer
y morir a mis seres queridos, a los cuales no quería legar mi oscuro destino.
Ayelen escuchaba maravillada toda la historia que le acaba de contar sin salir de su asombro. Había visto y leído muchas cosas sobre vampiros en cine y libros pero no pensaba que las fuentes de estos escritores y cineastas fuera tan verídicas. Tras la narración de mi historia se sintió mucho mas relajada y el temor que la inundaba minutos atrás desapareció por completo.
No se podía creer que estuviera al lado de ese
ser tan fascinante y al mismo tiempo tenebroso. Ni la mejor novela de
crepúsculo podía hacerle sentir lo que Orestes le producía en ese instante…era
real…estaba al lado suyo…podía acariciarlo…no era un espejismo fruto de las
horas de lectura que había pasado noche tras noche.
Después de unos minutos de silencio que resultaban incómodos apoyo su cabeza en mi hombro dando ese suspiro que llevaba dentro de su cuerpo durante parte de la noche. En es momento mi mano acarició su melena para que mis dedos se perdieran entre la multitud de rizos que sobresalía en todas direcciones. Bajé mi mirada hacia los restos de ropajes que aún la protegían de la desnudez
Aquella ropa
doblada por la presión de sus manos que ocultaban ese parte de ese hermoso
cuerpo que minutos atrás había podía contemplar en todo su esplendor…Mis manos
se deslizaron por su cuello hasta rozar las suyas que del nerviosismo dejaron
de presionar su ropaje cayendo al suelo y dejando al aire ambos senos.
Los cuales debido al frescor de la noche y a
la fría lápida sobre la que nos sentábamos habían hecho crecer ambos pezones de
forma alarmante. Era tal dicha erección que la dureza al tacto de mis dedos me
producía una serie de sensaciones que hacían endurecer el bulto que mi pantalón
dejaba adivinar.
No podía frenar mis instintos en ese momento, me arrodille agarrando ambos pechos con mis manos mientras apartaba los restos de ropa que cubrían su sexo, dejándola a merced de la fría lápida. Su cuerpo se estremeció al sentir la frialdad del mármol pero aun se estremeció más cuando mis manos bajaron de sus pechos a sus muslos separando ambas piernas para que su tímido sexo me mirara deseoso.
Su cuerpo se
arqueo hacia atrás apoyando ambas manos en la lápida mientras mi boca seguía el
rastro que dejaba su humedad por la parte interior de sus muslos. Al final del
destino mi lengua salió de mi boca y fue rozando cada porción de esos pliegues
que ocultaban lo más íntimo de esa mujer. Palmé cada parte de su sexo con
delicadeza mientras su cuerpo se excitaba y empezaba a desprender calor por
cada poro de su cuerpo.
Su espalda finalmente cedió a las arremetidas
de placer apoyándose contra lápida mientras sus piernas se cerraban como cepos
contra mi cabeza aprisionando mi boca contra su sexo. Mi boca lamía sin cesar
esos labios mientras mi nariz respiraba la humedad que manaba de su interior.
Tan sólo podía
respirar su sexo en ese momento mientras sus gestos de placer sobre la lápida
hacían tambalearla de un lado al otro jugando con el borde de la misma. Mis
dientes cada vez más afilados rozaban en ocasiones su sexo y el pequeño botón
que con gran habilidad mordía sin dejarme llevar por mis instintos.
En cada arremetida que mi lengua daba en su sexo mi entrepierna se iba oprimiendo en el pantalón. Sólo mis manos desabrochando el botón desahogaron toda esa ansiedad que se moría por salir en ese momento. Mis labios dejaron de saborear de esa preciosa fuente que no dejaba de brotar humedad y besando la entrepierna fueron disimulando lo que mi sexo anhelaba en ese instante, introducirse y perderse dentro de ese manantial de dulce deseo. Me incorporé de pie apartando sus piernas a los laterales y agarré la base de mi pene y la fui guiando hasta que en el borde de su sexo empecé a rozar todo mi glande por la superficie del mismo.
Ella notaba el
frío pene como golpeaba las paredes internas del muslo intentando introducirse
en su interior. Cuando al final ambos sexos si hubieron fusionado empezó a
gemir de forma acusada debido a la dureza de mi erecto falo, que una y otra vez
se introducía en su interior sacando toda la humedad que se depositaba en la
salida de su sexo.
El deseo me confundía con las ganas de
poseerla, mis caderas se movían fuertes contra su cuerpo postrado en la lápida
deslizándola con mi poderosa pelvis por toda su superficie rozando los límites
de la misma. Notaba como el músculo duro se dejaba llevar por su instinto
atravesando sus paredes vaginales de una forma casi melódica en el chapotear de
su sexo. Sus gritos se agudizaban en cada penetración de tal modo que me
entraban unas ansias enormes de abandonar mi estado “humano”.
No podía controlar mis deseos cuando el
orgasmo se acercaba y mi erecto pene alcanzaba subía de temperatura haciéndome
hervir mi fría sangre.
En esos segundos finales mi peso cayó con dureza sobre su cuerpo mientras en las últimas penetraciones mis afilados dientes fueron dejando su marca desde ambos pechos hasta su cuello buscando esa debilidad de mi ser.
En esos segundos finales mi peso cayó con dureza sobre su cuerpo mientras en las últimas penetraciones mis afilados dientes fueron dejando su marca desde ambos pechos hasta su cuello buscando esa debilidad de mi ser.
Un grito enorme
salió de su boca confundiendo mi mordisco con el orgasmo de ambos hundiendo sus
uñas en mi espalda y con la mirada extasiada hacia los frescos de la bóveda. Su
sangre se deslizaba por mis labios en pequeñas cantidades mientras disfrutaba
de mi orgasmo con el deleite de su sangre en mi paladar.
Continuara...
A cada paso dado en el relato ansió el final , sabiendo que expresaras sensaciones sin igual
ResponderEliminarBesos
Espero sorprenderte y que lo disfrutes tanto como lo hice yo al escribirlo
ResponderEliminarBesos grandes
Wowww mi querido Orestes, me dejas sin
ResponderEliminarpalabras ante la belleza del erotismo,
de tu relato y como dice Ayelen nos
sorprenderá a todos con lo que seguirá.??
Besitos dulces
Siby
Efectivamente amiga siempre ha sido un placer escribir con el es elegante y muy descriptivo
EliminarY si espero que os guste el final del relato y el conjunto
Un beso grande siempre feliz de verte por aquí
AYELEN
ResponderEliminarTodo esta dicho amiga, ese dueto es una, " LLamarada Pasional ", donde arden al unísono, las emociones, sensaciones, situaciones, y todo aquello envuelto en impetuosidad, y frenesí, rompiendo estamentos, saltando límites, y viviendo la Pasión, al ritmo del viento, sin atajos, tapujos, ni ataduras.
Me voy satisfecho, henchido el pecho, del gozo que llevo en mis retinas.
Un cariño para ti Ayelén, un abrazo para Oréstes.
LÚCAS
Recibido ese beso y el abrazo de Orestes el cual esta encantado con tus palabras las cuales te agradece mucho estoy segura
EliminarEspero de corazón que te agrade la próxima parte que pondré en breve
Gracias por tus bellas palabras siempre que me animan a seguir
Besos
Pues... in crescendo...!
ResponderEliminarHistoria, erotismo y misterio... A partes iguales e igual de bien tratatados en este relato.
Enhorabuena, Orestes!
Orestes nos lleva aun mundo de detalle que es impactante, para luego llevarnos a un mundo erótico y elegante
ResponderEliminarBesos
Aqui me perdi.
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